miércoles, abril 27, 2011

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Es mi cumpleaños, y no hay nada de heroico en eso, apenas la constatación de una verdad aún irrefutable: estoy vivo. Me lo confirman esa punzada en el costado izquierdo, el leve malestar que me provoca mi hernia inguinal, el bezafibrato y la atorvastatina que facilitan la circulación de la sangre por este cuerpo que se fatiga apenas traspasado el umbral de la calistenia.

Con todo, me gusta llegar puntualmente a la fecha, al esperado, nunca del todo garantizado cumplimiento de la convención, de esta cita primaveral con la certeza de estar “aquí y ahora”, como se dice no sin cierta cursilería.

Cuando era joven, a los 21 o los 25, sufría por el arribo de abril con su crueldad y sus lilas y su tierra muerta. La cercanía de mi cumpleaños me amargaba como nos amargan esos insensatos que nos recuerdan cuánto hemos embarnecido, cómo nos hemos abotagado, de qué manera el tiempo se acumula en nuestras líneas de expresión… “¡¡¡¿Qué te pasooooó?!!! ¡¡¡Y qué fue de tus rizos indómitos!!!”

Pero, ¿no es una necedad tratar de negar lo obvio?: envejecemos con cada aniversario. De eso se trata. El cumpleaños es una postergación y no otra cosa. El aplazamiento indefinido de una condena: al final de todo está la dama aquella, la de los huesos helados. Por eso hay que celebrar: porque -de nuevo- estamos aquí y ahora. Eso es lo que festejamos. Y que, además, lo quieran a uno.

lunes, abril 25, 2011

Adiós a Gonzalo Rojas


Mejor es que te vayas
Gonzalo también acostumbrando
al tafetán y las palabras
por justas excesivas que dirán
de ti los tres o cuatro
días siguientes de Cartago
a Santiago (sin la rima)
Ovidio-Safo-Baudelaire-
y Juan de Yepes antes
de pasar a otras cosas mucho menos

Que calibres también tu periscopio
ajustes tu visor y afines el olfato
por ver-oler mejor hasta morirte
en estado de gracia la locura
destas rosas que florean como las minas
de Fenicia a Chillán en tu mirada
y se despiden como yo que desde
aquí te digo adiós-so long-arrivederci.

lunes, abril 11, 2011

Recuerdo del servicio público


Todos los días al llegar a mi oficina -Jurisdicción de Asuntos Inexpugnables (JAI)- mi secretaria acude solícita a mi llamado y juntos damos inicio a nuestras actividades. Lápiz y libreta a la orden, oídos atentos, mano ligera, ella apunta cada una de las palabras que yo le dicto pausadamente:

Señor Fulano de Tal Presente...

Mientras remojo mi lengua en el tibio café de las oficinas públicas, reviso mi léxico profesional y escojo las palabras convenientes, sopeso las frases, mido su alcance, considero la pertinencia de una cláusula:

Por este conducto
Por esta vía Por este medio ...

Catita, mi eficiente secretaria, sin desesperarse sugiere algún giro cordial, acaso una forma de trato más amable:

Amigo(a) mío(a), a través de este medio expedito, y como lo vengo haciendo cada mañana desde que me encuentro al frente de esta Jurisdicción que tengo la honra la fortuna el gusto el grato honor de dirigir encabezar...

En efecto, cada mañana me doy (o nos damos, porque, pobre, ella también lleva su parte) a la tarea de redactar seis, siete oficios que, variando un poco el tenor, según el destinatario a quien estén dirigidos, dicen todos lo mismo. Sin embargo no debe pensarse que por esta razón la tarea se nos vuelve menos laboriosa. De ninguna manera. Diariamente, en atención al compromiso que adquirí con el Ministerio, la Nación y el Pueblo al aceptar hacerme cargo del despacho, me esfuerzo en dar lo mejor de mí, así que pongo todo mi talento, mi originalidad y mis ganas en aras de un trabajo perfecto. A mis vecinos (coordinadores, directores, subdirectores, secretarios...) puede vérseles también ocupados en las mismas tareas. Algunos fruncen el ceño o cierran los ojos para buscar en la tiniebla el verbo adecuado, el adjetivo preciso que no ofenda caracteres susceptibles ni halague egos engrandecidos. Otros, en pos de formas excesivamente amaneradas, cometen ripios que sus asistentes señalan con un poco de vergüenza:

Estimado Licenciado

- Pero, jefe, ¿qué eso no es una cacofonía?

- Está bien, Lolis -contesta el interpelado-, escriba:

Apreciado Magistrado

Un poco antes del mediodía, luego de agotar las gramáticas, las retóricas, los diccionarios de sinónimos y el Moliner que el Ministerio ha puesto amablemente a nuestra disposición, la primera parte de nuestra ardua labor diaria es concluida. Catita me entrega los oficios mecanografiados y, después de hojearlos apresuradamente, estampo en ellos mi firma. Ella parte veloz al Servicio de Mensajería del Ministerio -que en estricto apego a lo dispuesto en el Artículo 5, Párrafo Segundo de la Normatividad Sindical que rige a ese Órgano, trabaja sólo hasta las 14:00 horas, ni un minuto más- y allí, si ha sido la primera en llegar entrega nuestro paquete (obviamente) en primer lugar, lo que representa una ventaja pues esto garantiza que los oficios a nombre de la JAI serán los primeros en repartirse. De lo contrario tiene que esperar a que el resto de las secretarias que esperan turno antes que ella hagan entrega de su correspondencia y que quien los recibe en el Servicio de Mensajería selle y firme de recibido en una copia de cada uno de los oficios que le han sido encomendados (requisito indispensable que no puede pasarse por alto sin atenerse a las severas sanciones que impone el Ministerio, que van desde el descuento de medio día de salario al titular de la dependencia que haya incurrido en la falta, hasta el despido de la secretaria de dicha oficina así como del Recibidor de Mensajería -puesto de reciente creación- en caso de que la falta se repita en tres ocasiones).

Una vez completada esta parte, se declara un receso para ingerir un almuerzo, leer el diario o telefonear a casa para saludar a la familia. Mientras tanto, los mensajeros ya van y vienen por los pasillos, tocan puertas, entran y salen de los despachos, haciendo entrega de sus encomiendas. A mi oficina llega igual número de oficios que el que se envió por la mañana; corresponden respectivamente a cada una de las dependencias a las que antes me dirigí. Pero no se trata de sus respuestas, sino de papeles muy similares, casi idénticos a las misivas que yo les he enviado, con las evidentes diferencias de estilo. En honor a la verdad son solamente los saludos personales del día que, por disposición oficial, se mandan de un despacho a otro para fomentar la camaradería. A mí, hace un momento me llegó uno que dice:

Licenciado Francisco K.
Jefe de la Jurisdicción de Asuntos Inexpugnables
Presente:

Por medio de ésta, como lo hago desde que la Patria me encomendó encabezar la Dirección para el Fortalecimiento del Papeleo Interno (DIFORPAPELIN) , me es muy grato saludarle de la manera más atenta así como desearle que su día de actividades transcurra en el preciso orden que las Instancias Oficiales han dispuesto para sus menesteres tan importantes. Sin otro particular por el momento, y con la certeza de que su jornada laboral será en extremo fructífera y edificante para su Jurisdicción, para el Ministerio y para la Patria, reciba de mí un afectuoso saludo.

A T E N T A M E N T E
“NAUFRAGIO ELECTIVO, NO REFLEXIÓN”


Rúbrica
El Director

Por la tarde hay que contestar la correspondencia y entregarla personalmente. Sin mensajeros, es difícil abrirse paso.

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Publicado hace algún tiempo como parte de mi libro Episodios célebres, este relato aleccionador es un homenaje a todos aquellos seres atribulados quienes, en algún momento de la vida, han visto consumirse las mejores horas de sus existencias en la lectura y redacción de extraños y caprichosos papeles. La imagen genial que ilustra estos párrafos parece ser de un tal Harald Groven y la encontré aquí.